Trastorno

Trastorno

Thomas Bernhard

Language:

Pages: 158

ISBN: 8420478563

Format: PDF / Kindle (mobi) / ePub


Una novela insoslayable de Thomas Bernhard, «el novelista más original e intenso en lengua alemana» según George Steiner

«La prosa de Bernhard es hipnótica, incontenible, tan rápida como el propio pensamiento.»
The Washington Post Book World

Inmersos en el clima asfixiante de un cerrado valle, un médico y su hijo visitan a sus habitantes descubriendo sus enfermedades, no sólo físicas, sino también morales y sociales, así como su profunda incomunicación. El perturbador periplo culmina en el frío castillo de Hochgobertnitz, donde el príncipe Saurau, un noble decadente y patético pero inequívocamente genial, se halla tan próximo a la sabiduría total como a la locura definitiva. Hasta llegar a él, figura culminante de la novela, Bernhard nos presenta un mundo novelesco que es también la metáfora de «una población básicamente enferma, propensa a la violencia y al desvarío».

Novela desasosegante e implacable, Trastorno supuso el inicio de la sólida reputación literaria de Thomas Bernhard y justifica plenamente el juicio de George Steiner, según el cual su autor es «el novelista más original e intenso en lengua alemana».

«Impresionante. La prosa de Bernhard es lapidaria y translúcida.»
The Times Literary Supplement

«Bernhard es uno de los maestros de la ficción contemporánea. Después de la de Kafka y Canetti, su sensibilidad es una de las más agudas, de las más capaces de imágenes y gestos ejemplares en la literatura moderna.»
George Steiner

«He aquí un novelista con un talento fuera de lo común, del tipo sólo poseído por Kafka, Musil y Beckett.»

Saturday Review

«Bernhard es un escritor altamente original y fascinante.»
The New York Review of Books

«Con su muerte las letras europeas han perdido a una de sus voces más perspicaces e incorruptibles.»
Spectator

«Thomas Bernhard es el novelista más original e intenso en lengua alemana. Su relación con la gran constelación de Kafka, Musil y Brock está cada vez más clara.»
George Steiner, The Times Literary Supplement

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

había pensado en los pájaros. Había gran cantidad de anotaciones hechas por él sobre sus pájaros («a todos nos gusta tomar notas», dijo el hijo del molinero), indudablemente útiles para algún ornitólogo. El hijo del molinero cogió algunos pájaros y los levantó, para que pudiéramos verlos bien, describiendo sus peculiaridades. Pensé que aquel muchacho entendía también mucho de pájaros exóticos. Posiblemente todos se habían interesado por los pájaros en el molino Fochler. Él podía nombrarlos a

comprendo de qué viven porque allí sólo hay bosque. Dije que el �hijo débil» me había enseñado los pájaros muertos de la dependencia. Era curioso, dije, que hubiéramos ido al molino Fochler precisamente el día en que habían matado —en que iban a matar— todos los pájaros. Durante todo el tiempo, siempre, dije, había recordado el cortejo fúnebre que vi en mi anterior visita al molino. Hasta los Fochler habían hablado del homicidio —ellos decían siempre �asesinato»— de Gradenberg. Mi padre, sin

que yo —aunque hasta ahora sólo mentalmente—, he alienado de sus fines todo Hochgobernitz. E indudablemente, allí donde esté, sospecha su total alienación. �En el cielo? Así pues, leo en el despacho, escribe mi hijo, escuche lo que escribe», dijo el príncipe, �y Moser anda diciendo por ahí: �el joven Saurau se dedica ahora a leer en el despacho donde su padre trabajaba! Moser pregunta a menudo —siempre en el momento que más le conviene— qué soy o qué no soy, pero siempre dice que estoy loco.

Efectivamente, soy el único hombre de Centroeuropa que deja perderse tres mil ochocientas cuarenta hectáreas de tierra. Para el mundo de los Moser —todo el mundo del municipio, todo el mundo vulgar es de los Moser, el Estado entero es un Estado a lo Moser— es ya una monstruosidad el que yo, por un motivo para ellos absolutamente inexplicable, haya vendido todas las reses, me haya deshecho de todos los bienes muebles de las tierras de Hochgobernitz, haya echado a todas las personas de la casa, las

la señora Ebenhöh, aunque más sombrío aún. La ropa interior, que olía a la enfermedad mortal a la que se había rendido ya sin resistencia, aparecía por todos los rincones. Vi que hacía poco que alguien, que le había estado leyendo un libro, se había levantado de un gran sillón de terciopelo verde grisáceo y se había ido, probablemente al pueblo a buscar algo. �Una vecina? �Un pariente? En esas casas, sólo habitadas por mujeres viejas y solas que, abandonadas por sus descendientes, reducen al

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