Crónicas de Bustos Domecq

Crónicas de Bustos Domecq

Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares

Language:

Pages: 56

ISBN: B0045ZHR5W

Format: PDF / Kindle (mobi) / ePub


Un poco a la manera de Carlyle, cuyo ‘Sartor Resartus’ (‘Sastre zurcido’) expone la doctrina de un filósofo imaginario y la ilustra con ejemplos apócrifos, H. Bustos Domecq dedica este volumen a la discusión imparcial de literatos, de escultores, de arquitectos, de gastrónomos y de pintores que, por el momento, no existen, pero que son peligrosamente posibles, dadas las propensiones de la época. El tono es humorístico, según lo impone todo examen severo de las manifestaciones más novedosas del arte y de las letras durante los últimos sesenta años. Veinte crónicas, casi todas de índole narrativa, integran este libro amenísimo, que satiriza lo universalmente consagrado, respetado, adulado y temido: es decir, lo moderno. En el desorientado siglo que corre, la ignorancia y la inepcia son infatigablemente inventivas; nos consta que H. Bustos Domecq ha debido espolear a su Pegaso para que la realidad no lo deje atrás. Según lo señala el prólogo que avalora Gervasio Montenegro, estas impares ‘Crónicas’ constituyen el vademécum indispensable para el curioso que quiera echar una ojeada sobre el conjunto panorámico de la estética en boga. Su redacción jocosa, apunta agudamente «ex cathedra» el profesor adjunto Longino, no excluye el pensamiento serio. Encarnados en la figura de un «egoísta, tránsfuga, mentiroso, fanfarrón y casanova barato», según la descripción de sus ilustres padres, Borges y Bioy Casares crean en estas páginas un fascinante juego de ficciones y espejos que lleva la parodia hasta sus últimas consecuencias.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En vez de laberintos, pongamos lámparas. El caso se complica. Nada se gana con langostas o lapiceras. A manera de rúbrica, deponemos a nuestra adhesión fanática. No sospechamos cómo Baralt sorteará el escollo; sabemos, con la tranquila y misteriosa esperanza que da la fe, que el Maestro no dejará de suministrar una lista completa. El teatro universal Nada menos discutible, en este otoño, desde luego lluvioso, de 1965, es que Melpómene y Talía son las musas más jóvenes. Tanto la máscara

en que la envenenadora descubre ¡tarde piache! que ha exterminado en vano a la otra, ya que Ruperto no estaba enamorado de la víctima, sino de la supérstite. Tal escena, que corona la obra, Herrera la planeó con recargado lujo de detalles, pero no la escribió, para no tener que borrarla. Lo que no admite discusión es que este desenlace imprevisto, que hemos trazado muy a la ligera porque el contrato literalmente nos amordaza, es tal vez la realización más lograda de la novelística de la hora. Los

trabajo se hará por suscripción y por pagos adelantados, que comenzarán a correr en cuanto el autor expire. Queda abierta asimismo la suscripción para un busto en la fosa común de la Chacarita, obra del escultor Zanoni, que constará, aplicando a la escultura los módulos del llorado polígrafo, de una oreja, un mentón y un par de zapatos. Ese polifacético: Vilaseco Por de contado vienen inculcando las más aladas plumas, la flor y nata de los Sexton Blake de la crítica, que la múltiple obra

en castellano, hecho capital en el desarrollo de su escritura. En 1914 se instala con su familia en Ginebra, ciudad en la que cursa el bachillerato. Pronto comienza a publicar poemas y manifiestos ultraístas en España, donde vive entre 1919 y 1921. A su regreso a Argentina, el redescubrimiento de su ciudad natal lo mueve a urdir versos que reúne en su primer libro, Fervor de Buenos Aires (1923). Dentro de su vasta producción cabe citar obras narrativas como Historia universal de la infamia

indagaba. En la última página de no sé qué libro de Mallarmé, topé con esta acotación de Nierenstein Souza: «Es curioso que Mallarmé, tan deseoso de lo absoluto, lo buscara en lo más incierto y cambiante, las palabras. Nadie ignora que sus connotaciones varían y que el vocablo más prestigioso será trivial o deleznable mañana». Pude igualmente transcribir las tres versiones sucesivas de un mismo alejandrino. En el borrador, Nierenstein había escrito: Vivir para el recuerdo y olvidar casi todo.

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