La tía Julia y el escribidor
Mario Vargas Llosa
Language:
Pages: 298
ISBN: 2:00286228
Format: PDF / Kindle (mobi) / ePub
Una sátira exquisita de la literatura rosa y de la novela popular que tanto éxito ha tenido en los países de habla hispana, al tiempo que cuestiona la hipocresía, el racismo y el clasismo de la sociedad limeña de la época, con la maestría a la que ya nos tiene acostumbrados.
Ya en el título de esta novela de Mario Vargas Llosa, publicada en 1977, se recoge la doble historia en que se vertebra su argumento: por un lado, la relación amorosa del joven escritor Varguitas con una mujer de su familia mayor que él, la tía Julia; y por otro, la desaforada presencia del folletinista Pedro Camacho en la misma emisora de radio donde Varguitas trabaja.
La noble pasión amorosa entre la tía Julia y el aprendiz de novelista, que la sociedad limeña de los años cincuenta trata por todos los medios de impedir, se combina en esta novela de Vargas Llosa con las narraciones truculentas del folletinista de las ondas. El contrapunto de una encendida pasión con aires shakesperianos y su correlato melodramático y la inesperada confluencia del devoto de la alta literatura y el escribidor rastrero son algunas claves de esta narración mayor de Mario Vargas Llosa.
y Antúnez, y la inquietud por el estado de su sobrino, comenzaban a ponerlo nervioso, a él, que nunca había perdido la calma. En ese momento distinguió, en el murmullo incoherente y bajito que escapaba de los labios de Richard, la palabra �revólver». No pudo menos que sonreír, y, poniendo al mal tiempo buena cara, dijo, como para sí mismo, sin esperar que Richard lo escuchara o le respondiera: —¿Y para qué quieres un revólver, sobrino? La respuesta de Richard, que miraba el vacío con errabundos
su acento era soberbio, sin eses ni erres pronunciadas, de la categoría terciopelo. —Entre Luciano Pando y los otros actores lo harán papilla al pobre forastero —soñó Javier—. O la bella Josefina Sánchez lo violará. Estábamos en el altillo y conversábamos mientras yo pasaba a máquina, cambiando adjetivos y adverbios, noticias de El Comercio y La Prensa para El Panamericano de las doce. Javier era mi mejor amigo y nos veíamos a diario, aunque fuera sólo un momento, para constatar que existíamos.
máquina para ir al estudio, ese pasar de escribir a dirigir e interpretar era también descanso, una transición que entonaba. Pero, además, él, en el curso de los años, había descubierto algo, algo que a los ignaros y a los insensibles les podía parecer tal vez una chiquillada. Aunque �importaba lo que pensara la ralea? Lo vimos vacilar, callarse, y su carita caricatural se entristeció: —Aquí, desgraciadamente, no puedo ponerlo en práctica —dijo con melancolía—. Sólo los domingos, que estoy solo.
para que la abuelita no se inquietara eché el apanado con arroz a la basura). Los viejitos estaban acostados pero despiertos, y, cuando entré a besarlos, los escruté policialmente, tratando de descubrir en sus caras la inquietud por mis amores escandalosos. Nada, ningún signo: estaban cariñosos y solícitos y el abuelo me preguntó algo para el crucigrama. Pero me dieron la buena noticia: mi mamá había escrito que ella y mi papá vendrían a Lima de vacaciones muy pronto, ya avisarían la fecha de
ponerlas en práctica, pues, muy pronto, sus confesores volvieron a oírlo decir, apenas arrodillado ante los crujientes confesionarios: �Esta semana he sido el enamorado de la reina de Saba, de Dalila y de la esposa de Holofernes». Fue este capricho el que le impidió hacer un viaje que hubiera enriquecido su espíritu. Acababa de ordenarse y, como, pese a sus devaneos heterodoxos, Seferino Huanca Leyva había sido un alumno excepcionalmente aplicado y nadie puso nunca en duda la vibración de su