Dime. Treinta cuentos (Contemporánea)
Language: Spanish
Pages: 320
ISBN: B007C4FZVQ
Format: PDF / Kindle (mobi) / ePub
Dime. Treinta cuentos es una selección de relatos tomados de las tres colecciones de cuentos que la autora ha escrito durante los veinticinco años de su carrera literaria. A través de estas historias, muchas de las cuales fueron publicadas por primera vez en la prestigiosa The New Yorker, la autora nos introduce en su astuto mundo de personajes anónimos y comunes que a veces son intrigantes, conspiradores, fugitivos, etc. pero que nunca nos dejan indiferentes.
algún sitio así y se iba directamente a una mesa que ya tenía gente y se sentaba con ellos. Se quedaba allí leyendo el periódico o dándoles conversación. Yo le oía llamándoles «meine Herren» o «gnädige Fräulein» «Señores míos» o «Excelente señora» ¡Y luego descubría que no los conocía de nada! Una cosa que me asustaba de casarme con Dieter era que hacerlo podía suponer que durante tres años podrían espiarnos. Tendríamos que ser completamente sinceros el uno con el otro y compartir una gran
paja de ala ancha, y algunos hombres, gorras de golf para protegerse del sol, tenaz y brillante, que destellaba en el esmalte de los coches y volvía planos los colores de la ropa. Mickey y Denise habían salido con retraso, y luego Mickey no había conseguido aparcar a la primera. –Menos mal que las monjas recogieron a Riva esta mañana –había dicho Denise–. Nos hubiéramos cargado el plan entero. Mickey se desplazó con cuidado por el respaldo del asiento y saltó al suelo. –Vienen hacia aquí
fácil... quédate embarazada –contestó Lolly. Empecé a soltarme los bigudíes. –No aguanto más –dije. –¡No puedes hacer eso! –exclamó Lolly–. Tienen una manera especial de hacerlo. Así puedes acabar calva. Kenny, el peluquero, vino corriendo. Yo estaba quitándome los rulos y desenrollando mechones de pelo húmedo y enredado. Empezó a echar acondicionador en los bucles que había liberado. –Pagará lo mismo, y quiero insistir mucho en eso. –¡Atención! –grité a todo el mundo– . ¿Quién ha escrito
un examen médico cada dos semanas –contestó Sweet– y análisis de orina. Algunos hombres, al cabo de un tiempo, ni siquiera echaban agua. Plip, plip, puro plomo. Pero me pagaban bien por ese trabajo. Tu madre y yo vivíamos en Red Hook, en el porche de un tipo. En aquella época se encontraba bien, pero iba a tener un bebé. –Ésa era yo –comentó Leah. Sweet se puso un cojín de gomaespuma tras el cuello y se sentó mirando la escarcha en las ventanas abiertas. Algunos copos de nieve se colaban y se
–dije–. Phil es muy importante para mí. Cuando se enrolla así no me molesta. –Eleanor –dijo Jackie–, es un mal lote. Algo pequeño y escurridizo que arrojas muy lejos. Dios, dice mucho sobre tu autoestima. –¿Qué dice? –Nada, salvo que realmente estás en muy, muy baja forma. No puedo explicártelo si todavía no te has dado cuenta. –El psicólogo –dije. –Sí, bueno –contestó Jackie. Volvió a dar zancadas. –Mira, yo sé que no soy muy lista –dije–. Y no estoy particularmente empeñada en serlo. Ésa